lunes, 14 de marzo de 2011

Marie aún suspira.

Burdeos, marzo de 1980.

Marie se levanta, lleva sus dos horas reglamentarias mirando al techo de su habitación, arropada con las sábanas azules que llevan cincuenta años oliendo a naftalina. Se pone las zapatillas de andar por casa que anoche a las 23:00 colocó a los pies de su cama y va a la cocina. Enciende la cafetera, ya lista con el café que rellenó el martes tras tomarse la última taza y coge tres terrones de azúcar que suelta en la vieja taza que le compró su nieta hace quince años. Va al armario y saca la caja con la comida de Biscotte que vuelca en su tazón.

Después del desayuno, va al lavabo y pasa quince minutos mirándose en el espejo sin decir nada.

A las 10:59 se encamina hacia la puerta, y cuando su reloj, al que ayer dio cuerda a las 22:58 marca las once en punto, osa salir al portal y dirigirse al buzón. Hoy es jueves. Solo ha de haber una carta en el buzón, la factura de la casa.
Saca del bolsillo de su bata la pequeña llave que introduce un poco más arriba de la etiqueta de "SVP pas de pub" y se sorprende al encontrar dos sobres. Los coge con recelo y vuelve a entrar en casa.


París, 14 de abril, 1930
Chère Marie:

Me rindo. No puedo continuar con esto. Te debo dos millones de disculpas, jamás debí marcharme. Tú siempre fuiste la única que me quiso, y a la que no quise como debí. Pero, si aun no es tarde y tu corazón me perdona, sería el hombre más feliz del mundo al cumplir todas aquellas promesas que una vez nos hicimos.
Necesito otra oportunidad, te ruego un rendez-vous en el Café de Flore, l´après midi, sobre las 15:30.
Si por el contrario no deseas saber nada más de mi, si has rehecho tu vida, ya que no daré por hecho que aun sigues enamorada de mi, si no vienes, te prometo que me marcharé para siempre, y rezaré para que seas feliz.


Siempre tuyo,

Roman

Marie se levanta, y sale de su casa. En bata, sin llaves, dejando la puerta abierta, sin intención de volver.

En el suelo una breve disculpa de la oficina de correos por el extravío de cartas, al que añaden el problema de cambio de dirección de la destinataria.



Cincuenta años de retraso, y a veces, no vale más tarde que nunca.

4 comentarios:

Venga, no te vayas así. Delira un poco :)