viernes, 15 de febrero de 2013

Walked into the room...

Siento como si llevara una vida encerrada aquí contigo. En una habitación blanca de esas de psiquiátrico. Tal vez como alegoría de mi mente.

Siento que llevo aquí una vida desnudándome y viendo cómo te desnudas.

Juro que no sabía que llevaba tanta ropa puesta. Tantas y tantas capas de indiferencia y lejanía. Tampoco sabía que existía un placer oculto en quitarme esta multitud de prendas para envolverme solo con el aire que exhalas.
No sabía que me gustaba tanto mirarte, frágil. Imaginarte, idealizarte inductivamente. No sabía que ese humo podía calar tan hondo en mis pulmones. No te sabía.

Y aún solo he llegado a ver un centímetro de tu piel bajo ese abrigo infinito que nos gusta lucir.

¿Qué hacemos? ¿Lo dejamos así o nos desnudamos el alma para siempre?


Tengo miedo de que te vayas. De tener que dejar esta habitación de invierno.
Con el frío que hace fuera... y yo sin abrigo.


Walked into the room...,
 you know, you made my eyes burn.

martes, 12 de febrero de 2013

Ojos de perro azul.

Sé que existe un lugar -llamémoslo Limbo- donde todas las potencias se convierten en actos. Es un lugar abstracto, ambiguo, como a mí me gusta. Y es el único lugar donde los sueños irrealizables pierden el prefijo de negación.

Me gusta mucho ir allí. Me gusta encontrarte, siempre en el mismo banco, mirando al infinito y sonriendo. Sé que existe ese lugar solo por eso. Porque cuando te miro, algo me dice que ya nos hemos visto antes. En otro sueño.

Me gusta estar contigo en el Limbo. Allí soy capaz hasta de bailar, además de escribirte sonetos en rima asonante, a juego con el color de tus ojos de perro azul. Me gusta soñar que somos posibles, igual que esos personajes que inventó García Márquez en un cuento. Me gusta verte, imaginarte, idealizarte como aquí no puedo hacerlo.

Da igual si ahora no me reconoces aunque nos veamos todas las noches. Es posible que no recuerdes que soñaste conmigo. No te preocupes, buscaremos otra frase señuelo para encontrarnos cuando nos crucemos por la calle. Y lo haremos de verdad.




Porque voy a cansarme rápido de lo de despertar cada vez que vas a besarme.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Persistencia de la memoria.

Cada vez que alguien riñe con el tiempo me entran ganas de reír. Cada vez que alguien le culpa de sus miserias me siento confundida. ¿Por qué la gente tiene ganas de discutir con algo que no existe?

Admito que existe la medida del tiempo. Puedo decirte exactamente cuánto tiempo ha pasado desde que te fuiste. Setecientas cuarenta y seis lunas, contando la de hoy. Calculo que varias tormentas y otra gran multitud de fenómenos atmosféricos nos han sucedido. Pero entre esos segundos que te han intentado arañar y las veces en que has puesto nombre a un granito de algún reloj de arena no hay equivalencia ninguna con los minutos que marcaba una aguja. Ni con la fecha que daba el calendario.

Se ríe el tiempo y la memoria de aquellos lugares de Segovia en los que alguna vez convergiste conmigo en tiempo y espacio. Y se ríe también de aquellas tardes de invierno y de esa frase de Shakespeare que argumentaba que el tiempo es eterno para los que aman. Y me río yo de la línea espacio-tiempo que nos separa de algunos momentos, que ya no sé si recuerdo haber vivido. Si se trata de ti, recuerdo más las cosas que nunca pasaron. A lo mejor es porque conecto bien con mis 'yos' paralelas, por ejemplo, con esa que está todavía contigo.

El tiempo es una alucinación. No creo más en él de lo que creo en que hayas existido. Tal vez tú seas una alucinación. Un retazo descolgado de un tiempo que no existe. Una persistencia de la memoria que se niega a admitir que puedan colarse partículas de tiempo que no encajan con la realidad esa absurda que se inventa la gente para dormir tranquila.


Me río yo del tiempo. En cualquier caso, no ha sido el tiempo el que se ha llevado tu olor. Ha sido la desidia.

lunes, 4 de febrero de 2013

Delirios dramáticos.

Suenas como esa guitarra eléctrica que acaricias, sabes a futuro incierto y hueles a melancolía con sonrisas. Pareces ese acorde que nadie ha escrito y te guardas en un baúl que no se ha abierto. Eres como ese beso que nunca se dio y aquel para nunca que jamás se dijo. No te busco. No te encuentro. Estás hecho de la misma materia que mis sueños, como decía Shakespeare, al que citas y recitas casi a diario. A veces escribes una obra sobre nosotros, pero todavía no me has puesto nombre. Buscas una Julieta, aunque te conformas con Ofelias de compañías de bajo presupuesto que te entretienen por instantes. Y entre acto y acto escribes poemas sin dedicatoria. Creo que alguno es para mí, aunque no sé si lo sabes.
Me recuerdas a una canción que ya no suena y creo que nos hemos visto en ninguna parte, no sé si te acuerdas.
Me parece que eres el perfume extraño que huelo en mi almohada, aunque también puede ser que mamá haya cambiado de detergente. Y esos ojos de infinidad cromática que veo en todas partes son tuyos, ¿no? Claro, igual que ese sombrero anticuado que pierdo entre la multitud y esa risa que se desvanece si me doy la vuelta en algún bar para buscarla. ¿Crees que te echaré mucho de menos hasta que llegues?



Bueno, si me ves salúdame. Me hará ilusión.