Se sentía idiota, algo estúpida, bastante tonta. Porque después del tiempo a la deriva, los susurros a voces, y el desentusiasmo general, volvían a mecerse las mariposas suicidas en su estómago de las que ya habló alguna vez. Y es que se preguntaba por qué demonios no se morían las lúgubres polillas de alas carcomidas que se resistían a dejar de dar guerra en sus entrañas.
Si no podían revolotear libres, soltando ese maravilloso polvo de hadas que le hacía flotar, ¿por qué no se iban definitivamente? Tal vez habían sufrido de catalepsia, y cuando las creía muertas, apagadas para siempre, se convulsionaban con fúnebre alegría, pues eran demasiado cobardes para ser mariposas suicidas, demasiado ingenuas, jamás tendrían el valor de hacerlo.
Y ya las vale, de veras que ya las vale. No sé qué vamos a hacer con ellas... Siempre acaban provocando sonrisas turbadas que no valen nada, que nunca serán nada.
Me encanta. Me gusta mucho el toque que le das a cada mini-relato. Como de aalgo simple, haces una preciosidad.
ResponderEliminarAish muchísimas gracias:) No sabes la ilusión que me hace *-*
ResponderEliminaroh dios mio!me encanta, cuanta razon tienes! eres genial,en serio:D
ResponderEliminarbesoos
oh!erees genial, me sorprendes con cada minirelato que escribes:)
ResponderEliminarun beso