lunes, 29 de julio de 2013

Patria y presidio

Patria es donde naces, y no mentiría si dijese que nací la primera vez que te besé, para morir la primera vez que me dejaste en casa, y revivir cuando volví a verte. Patria es donde te acogen, donde te quedas, porque te miman. Patria es donde perteneces, donde está tu gente. Patria eres tú cuando te miro, y cuando cierro los ojos, también; porque muchas veces, hasta los cierro para encontrarte. Incluso cuando me duermo entre tus brazos, y te resignas, y me besas y me miras, y acabas por dormirte tú también. Y sé que haces todo esto por lo que te estoy diciendo: dormir es otra forma de buscarte, igual que irse es otra forma de volver. Y yo, amor, te veo mejor con los ojos cerrados. Te reinvento y te tengo, y te pruebo; para después abrirlos y volver a tenerte. Para reinventarme yo también, y conmigo, ocho millones más de formas en las que reenamorarte, si no cada día, por lo menos a la semana.

Te convertiste en mi patria, al más puro estilo Ángel González, y naciste, tú también de nuevo, para ser Ítaca, y yo, Penélope, y olvidarme de odiseas. Y si fue al más puro estilo Ángel González, patria lleva implícito presidio. Y a veces temo, y dudo y sé que piensas que de los presidios se busca la huida. Que toda treta va directa a buscar rendijas por las que escaparse. Pero luego pienso, y pienso mejor -porque no siempre me sale eso a la primera- que no te convertiste en mi patria, sino que te convertí yo en ella, y que si patria lleva implícito presidio, yo misma así lo quise. Y que si esto lleva implícito algún tipo de contradicción, se lo cuenten a aquel Sartre que nos condenaba a ser libres.

No sé si me estoy explicando, pero con esto, lo único que quiero decirte, amor, es que te hice Ítaca para que fueras tú conmigo. Para que fueses tú y yo fuese yo y no 'para ti', ni 'por ti', ni 'a causa de ti'; sino contigo. Ir de esa mano de la que tú hablaste. Y coordinarnos y coordenarnos en un lugar geográfico al sur de tu cintura, donde las mareas no son cíclicas, pero siempre vuelven, y las brisas no son otra cosa que suspiros. Donde tú no estás 'para mí', ni 'por mí', ni 'a causa de mí', sino conmigo.




Donde Ítaca es mi mejor metáfora, porque se convierte en acto y va más allá de una función meramente lingüística. Donde eres tú, y puedes deshacerte de mi tropo, y convertirte en sinestesia de quien quieras; o donde, al menos por ahora, puedes quedarte, y seguir, no 'por mí', ni 'para mí', ni 'a causa de mí'; sino conmigo.



jueves, 25 de julio de 2013

De precipicios y pestañas.

Me sabe la boca a triste y en el pecho me escuece el Atlántico. Sé que sabes que a veces me caigo, y tal vez sea cierto que no sepa levantarme sola. Pero, amor, por el aleteo de tus pestañas muero dos veces y resucito una tercera. Y no hay manera humana de no pensarte veinticinco horas al día. Todos los días de la semana.
Eres mi coordenada sintáctica y geográfica favorita. Y este nexo copulativo, mi certeza preferida. Y si tuviera que subordinar algo, sería ese tiempo que no existe, para invertirlo en cosquillas en tu espalda.
Pero no hemos venido a hablar de cuánto te quiero, de cuánto te admiro, de cuánto me gusta tenerte. Era solo una declaración, una excusa, un texto como pretexto de que, si me sabe la boca a triste, es porque te vas. Y si, por algún casual -o yo no sé por qué circunstancias del destino- ves que en mis ojos brilla un haz de luz, es porque cuando vuelva a verte, te querré mejor después de haberte tenido lejos, y que si me escuece el Atlántico en el pecho, es de los besos de sal que te di, que se me han metido muy dentro, y por eso lloro, a veces. Y sé que no sabes, aunque deberías saberlo, que si me caigo, y es cierto eso que dices, y no sé levantarme sola, es porque algunas veces fuimos nubes con la mente, y duele la realidad, de vez en cuando, al salir de la burbuja y respirar el aire de fuera.  Y creo que deberías saber, también, que lo único que callo cuando crees que me escondo, son mis miedos para que no te hagan daño, pero que ninguno lleva tu nombre, y que creo en ti como te pedí que creyeras tú en mí. Y también quiero que sepas que la justicia poética no existe, porque tengo la metáfora más bonita del mundo suspirando en mi cama, y eso no puede ser justo. Y si me sabe la boca a triste, igual es por el aire que exhalo justo antes de saltar al precipicio. Ese que se extiende ante mis ojos cada vez que abres los tuyos
y los cierras... para volver a abrirlos un instante después, y es justo en ese momento, cuando me colgaría de tus pestañas, y viviría eternamente en el mar de cielo de tus párpados.





Recuerda que si caímos en picado es porque a veces fuimos nubes con la mente.

domingo, 21 de julio de 2013

Casa

¿Por qué suenas a despedida si eres casa? 
Casa es donde está el corazón 
y tú tienes el mío,
 amor. 
No te despidas, 
porque no te vayas a ir, 
o hazlo, 
solo para volver conmigo.

Llevo una semana sin desearte felices días, 

porque lo de 'feliz' 
está implícito en 'contigo'. 
Y para darte las buenas noches, 
prefiero hacerlo en fonemas 
y no en letras; 
y que tú me respondas
 en sílabas roncas al oido.

Llevo mucho tiempo sin escribirte

 porque he descubierto
 eso de cambiar los lápices por los dedos
 y escribirte poesía 
en código morse.

Llevo demasiado (poco)

 tiempo 
perdida en tus ojos mar de cielo 
y no sé si estoy en el cielo o en el infierno 
-por el calor asfixiante- 
cada vez que abres los ojos 
en medio 
de la oscuridad para mirarme.




¿Por qué suenas a despedida si eres casa? 

Despedirme es siempre 
una excusa 
para volver a verte, 
no lo olvides.

lunes, 1 de julio de 2013

Rose des vents

Es alguna hora entre las seis y las siete de la mañana, y amanece. Ha sido un San Juan mágico, sin hogueras, que esas ya las llevamos por dentro. Yo siempre he sido una chica de atardeceres, pero el amanecer de esta mañana se presenta convincente, y te ilumina, y Segovia está casi tan bonita como tú desde ese lugar de la muralla.

Tú estás preciosa y yo estoy pensando. Estoy empapándome de la luz que irradia un sol que despunta pero que aún no se asoma, con el respeto de la ordenación universal por si abre los ojos y aún nos estamos besando. Pero esta vez sí puede mirar, solamente estamos acurrucadas debajo de una mantita que, realmente, no abriga nada. Hace frío y sopla el viento. Y lo mejor, es que parece que estamos en cualquier otra parte. No solo física, sino mentalmente. Y te abrazo y me siento en casa. En esa casa imaginaria, en esa idea platónica del hogar, en esa patria -no sé si también presidio- a la que hasta el más feroz aventurero acaba volviendo, tarde o temprano.

Y me autoconvenzo, aunque como todas mis convicciones, tarde poco en esfumarse esa idea; de que este viento que sopla es de cambio, y que esta noche mágica, con su amanecer más mágico aún, traerá un cambio. Algo que me permita sonreír en el momento -que debería ser- el más bonito de mi vida. Un rumbo, una esquina por la que empezar a tirar de la manta. Una ruta que trazar y un poco de valor para llevarlo a cabo. Una orientación espacio temporal, una ubicación, imprecisa o concisa, tanto da.



Una brújula, que no señale al norte, sino a lo que quiero. Para que así, esté bien o mal ese deseo, tenga la convicción de saber que estoy en el momento y el lugar adecuado, incluso fuera de tus sábanas.






Y si te sientes perdido con tus ojos no has de ver... 
hazlo con los de tu alma y encontrarás la calma
tu rosa de los vientos seré..