lunes, 21 de enero de 2013

La quête du Paradis.



ÉLISE DIDEROT CASABLANCA C8659 36 SERVICIO TELEGRÁFICO A JULES DIDEROT MADRID C9235 6 = ENCONTRADA UBICACIÓN GEOGRÁFICA DEL PARAÍSO.
ÁMBITO REDUCIDO. CUESTIÓN PERSONAL, PROLONGO VIAJE.
EXACTAMENTE HALLADO A TRES CENTÍMETROS DE SU BOCA.


lunes, 14 de enero de 2013

La noche es neutra.

El eco de unos zapatos inunda la calle. Camina de noche por una avenida cualquiera, en alguna ciudad de Europa muy lejos de ésta. Me gusta hablar de Praga, por las conversaciones de antaño. Pero no la conozco, así que podemos dejarlo en París, que siempre tiene su encanto. Montmartre, si quieres. Yo me perdería por Montmartre, si estuviera en París, y como supongo que quien anda soy yo, tendrá que ser allí.

Entonces resuena el eco de los zapatos en una calle de Montmartre, hemos quedado. Y se exaspera ante la idea de subir más escaleras hasta llegar a donde quiera que vaya en el barrio más alto de París. Y también ante el recuerdo de Segovia a través del empedrado subalterno en el que, al igual que pasa siempre aquí, se quedan encajados los tacones de los zapatos. Algunas cosas nunca cambian, supongo. Pero ella es el río de Heráclito, y a los dos minutos la roca impertérrita a la que no logra arrastrar la corriente.

Cuando eres el río te toca cambiar. Sí, y cambias. Cambia tu aspecto. Seguramente sea lo primero que cambie. No se come bien en Francia, no sabe a casa. Cambian tus horarios, tus planes, tu ritmo.

Cuando eres piedra cambia lo que te rodea. Cambian los que te rodean, cambia tu tiempo, cambia tu espacio.

Lo que aún no se han movido son los recuerdos. Ni un poquito. Solía pensar que la comezón en el pecho y el mal sabor de boca desaparecerían en cuanto subiera al avión. Que la literatura francesa, Rimbaud o Baudelaire, le harían olvidar. No contó con ser el río. Los libros nunca serían los mismos si cambiabas desde dónde los leías. No la culpo, quiero decir, no me culpo. Por querer salir de la miseria. Por esperar un poco más del mundo. Por querer dejar el vicio a las lágrimas engarzadas entre las fibras de la ropa.



Cuando eres idiota piensas en antes. Si eres yo, estás obligada a hacerlo. Es una proposicón lógica muy simple. Y tienes que usar el pretérito imperfecto. Es una cuestión de estilo. Técnicas literarias, ya sabes. De los que creen que saben algo. Sitúa al lector en un pasado remoto y transporta los sentimientos lejanos al presente atemporal en el que se ubica la historia. Chorradas, sin duda. El caso es que en la estúpida noche de París los recuerdos no se marchan. Bailan al son de los zapatos que intentan pisotearlos sin éxito. Te quise. Supongo que aún puedo hacerlo. Pero también me quise, aunque fuera un poco menos.

Solía pensar que la noche era nuestra. Ahora sé que la noche es neutra. Y que nuestra es solo la culpa.



lunes, 7 de enero de 2013

If you love my hardcore...

A veces dejo de creer. Sin más. Creo que es como una prueba de resistencia para ver cuánto tardo en romperme el corazón a mí misma.

Le pedí una prueba de amor eterno. Ya sabes, para agarrarme a algo en uno de mis abismos emocionales. Y lo que hizo fue regalarme un atrapasueños. Incluso se inventó una historia para mí. Una en la que cada vez que creyera que no me quería ya más solo tenía que dormir debajo de ello para darme cuenta de que no era así.

A veces soy tan idiota...

porque de vez en cuando esa fe que me falta le deja huella. Hace que le tiente la idea de rendirse, y no quiero eso. Pero hay una cosa que nunca le he dicho... Sin su presencia a veces lejana, sin su mano, sin el color de su pelo, sin ese símbolo irracional rechoncho que quiero plasmar en mi piel -como símil de mi alma-; me hubiera perdido hace tiempo.




Nunca sabes lo que te espera. Pero me hace feliz la opción del letargo bajo esas hojas de colores hechas con goma EVA.