lunes, 24 de marzo de 2014

Pájaros en el corazón

Crecieron flores que llevaban tu nombre en mi pecho, y en vez de arrancar los pétalos, empezaste a regarlos. Entendiste rápido aquello de querer sin aprisionar, de esperar sin exigir, de amar dejando ser. 
Quizás por eso encajamos. Porque yo tengo complejo de pájaro y tú, que tal vez temes las huidas, has comprendido que siempre vuelvo a ti. Tal vez tú, que has mirado a mis demonios a la cara y les has guiñado un ojo mientras me abrazabas, tú y solo tú, eres capaz de comprender cómo se quieren las golondrinas.

Ahora me toca a mí ser un pájaro valiente. Dar un paso más y aprender a quererte mejor, que bastantes golpes han caído en este año de tormenta. Ahora me toca a mí enseñarte la dulzura que durante tanto tiempo has intuido sin poder llegar a verla. Demostrarte que no seremos más pájaros apaleados por muy fuerte que sople el viento.

No podría pedirte que comprendieras lo que es ser un pájaro y soñar con ser aire si no te dejase volar. Así que vuela, siente, ríe y vive. Yo te espero donde siempre, en cualquier punto que lleve nuestro nombre. Hay millones de suspiros vagando por esta ciudad. Vuela y vuelve cuando se aproxime tu invierno, quiero ser tu verano cada vez que lo necesites. 

Vuela y vuelve a darme la mano. Crece, crece mucho, que así crecemos nosotras. Vuela, que yo pintaré constelaciones para que te acunen todas las noches. No dejemos que los miedos nos enjaulen, que vuele contigo el amor, libre, sincero, puro y limpio. Que se esfume el polvo de tus alas, que se limpien tus pulmones, que el viento despeine tu cara. Y que ese dolor de muñecas se convierta en solo un recuerdo lejano y ausente; en una marca de que fuimos cuando era tan difícil serlo. 

Escríbeme y añórame si así lo sientes, pero con la nostalgia con la que se añoran las noches de verano, no con la tristeza que ahoga corazones.  Añora nuestras plumas agitándose al mismo tiempo, pero no estés triste si no es para entender la belleza de la tristeza pura. 



Y recuerda siempre que estoy contigo. Estoy contigo en cada rayo de sol, en la brisa, en el agua que roce tu cuerpo. 
Estoy contigo, mírate el pecho. También brotaron ahí flores con mi nombre. 

lunes, 10 de marzo de 2014

Sunshine

Me miras. Me miras mientras maquinas cómo hacerme rabiar y tienes seis años y la sonrisa pícara, y vuelven a crecerte dientes de león en las pestañas. Me miras, sonríes, alineas los labios a la izquierda y se te llenan los pómulos de sonrisas que se apelotonan por salir. Te bailan los rizos y yo solo puedo pensar en colocarlos uno a uno en tu pelo desordenado.

Me acaricias, recorres mi cuerpo como si lo pintaras. Como si trazases sueños con la punta de tus dedos y frunces el ceño mientras yo me río, porque tu semblante se concentra en cada línea de mi cuerpo que quiere recorrer. Tienes diecinueve años y los ojos más bonitos del mundo -no por el color, sino por cómo me miran-.

Me besas. Me acurruco en el hueco de tus brazos. Me instalo en mi ático con vistas a tu playa en el espacio entre tu cuello y tu hombro. Y volvemos a ser nosotras. Un domingo cualquiera. Y vuelve a salir el sol, después de tanto tiempo. Vuelve a oler a verano y a colarse el sol por mi ventana. Vuelves a ser tú, robándome los muñecos de mi cama y revolviéndome las sábanas. Vuelves a ser tú haciéndome rabiar y vuelvo a ser yo quejándome mientras me haces cosquillas, odiándote por no poder dejar de reírme y amándote porque insistes siempre hasta que lo hago.

Vuelve a ser un día cualquiera, volvemos a guardar sueños debajo de los dedos para soñar cada vez que nos rozamos. Y lo hacemos, porque guardas mi futuro debajo de tu almohada, así que lo respiras todas las noches.


Sonríes tú, bosteza el sol y yo recuerdo. Sigo creyendo que es verdad: vivir así contigo sería como si todos los días fuesen vacaciones.