sábado, 30 de marzo de 2013

Microclima.

Recuerdo el calor de aquella noche,
típico de los climas tropicales
o de las noches mediterráneas de verano,
esas que huelen a amapolas y a sueños de jardín.

Recuerdo el calor del desierto de tu espalda
como si, paradójicamente,
no hubiera sido ayer.
Recuerdo la ebullición de tu frente en cohesión con la mía,
los géiseres de tus pómulos...

Me recuerdo atravesando una piel lejana y ausente,
y después solo la lluvia del trópico.
Las lluvias torrenciales que desembocan en naufragios
y refugios
de almas que firman contratos de abandono
en las hojas secas que deja el otoño.

Recuerdo el frío de las sábanas movidas,
de las piernas desnudas,
de la brisa escarchada en átomos de invierno
que se posan,
como esos besos extraños de mariposa,
en los pies fríos, que tímidos,
despuntan en la popa del colchón.

Te recuerdo con el sol que miente en primavera,
ese que no necesita excusas para colarse a verte,
y entra sin llamar por la ventana,
no hallando más que abrazos de piel
y ningún sitio para esconderse,
ruborizado y confuso,
por no entender que las estaciones se suceden en tu cuarto,
y que no queda para él ningún resquicio en todo el microclima de tu habitación.

Que el amor se ha atrincherado y aquí no hay subterfugio que valga.


domingo, 10 de marzo de 2013

Fallo logístico.

El callejón oscuro de anoche nos echa de menos. Es sábado noche y le falta algo. Su espíritu voyeurista se pregunta qué hacemos que no estamos hoy dejándonos la espalda en sus paredes.

Y qué quieres, chica, yo no sé qué contestarle. Yo tampoco lo entiendo. Pero tengo ocho mil respuestas en la punta de la lengua que me gustaría poder contestarle. Podría hablarle de que estamos en otro universo esta noche. En nuestro limbo imaginario, en un mundo al que se llega a través de una lámpara roja...

Podría hablarle de que te estoy escribiendo poesía con los dientes. Que estoy trazando rutas con los dedos para descubrir nuevos continentes en tu espalda, nuevas islas en tus piernas.

Podría hablarle de ti, y de tus ojos de lagartija. De los destellos rojos que aún no he visto. De las sábanas que se enredan en mi cerebro disperso. De los poemas en forma de voluta de humo que huyen de tu boca.

Podría hablarle de la eternidad. De la relatividad del tiempo, de su no existencia. Podría hablarle de potencias, que se vuelven actos. De metáforas que escapan la extensión del lenguaje y de la lengua, si me apuras.

Podría hablarle de ti, y no acabaría nunca. Porque las lindes de tu cuello aún me parecen demasiado extensas. Aún no se ha escrito toda la cartografía de tu cuerpo, y, por ende, no se la puedo explicar. No se hace ilusiones, aún así, sabe de sobra que tampoco le daría detalles. Que eso se queda en mi retina.




Podría contarle cualquier cosa, pero le estaría mintiendo. Porque hoy duermo conmigo pero sin ti. Y aulla tu lámpara roja y te envuelve sin mí. Y el fallo logístico es importante.Y no sé cómo explicárselo al callejón cotilla. Porque no, no le veo sentido alguno a esa brecha espacial que separa tu boca de la mía.