El relojero era un joven delgado y solitario que fabricaba los mejores relojes de todo el reino. Venían de las más lejanas tierras con toda clase de exóticos materiales a que el experto relojero los transformara en reflejos del tiempo.
Cuando su padre, el maestro, aun vivía una niña de cabellos oscuros y tez olivácea se cruzó en su camino.
Para la niña, el joven era esa especie de caballero sin armadura que con su sonrisa de plata encandila pequeñas ingenuas. Le encantaba su trabajo. Se divertía dando cuerda a los relojes y le ayudaba siempre en la meticulosa tarea de comprobar si estaban en hora. Cuando acababan de dar cuerda a todos, él le daba un frío beso de buenas noches con sus labios de metal.
La joven lo amaba, mas sabía que él hacia tiempo había querido a una mujer de cabellos negros y ojos felinos, que se debatían entre el azul y el verde; de ahí las rosas del jardín. Él las plantó para ella pues le recordaban sus ojos místicos, y eran la única prueba que cada mañana le aseguraba que ella fue real y no una vaga ilusión.
A la niña le hubiera encantado aprender el oficio, pero a él no le gustaba que se acercara a las pequeñas y frágiles piezas, sus manos siempre estaban llenas de arañazos, no tenían nada que ver con las manos de uñas nacaradas de la mujer.
Desde hacía unos meses nadie acudía a encargar relojes, ya no atendía más pedidos. Se pasaba las horas encerrado en su taller, fabricando un reloj de cristal que fuera más allá de lo que un aparato convencional puede hacer. Solo salía para comer e insistía en hacerlo cerca de las rosas. Su esperanza era volver atrás, recuperar los retazos desmembrados del pasado. Para él el presente era una cárcel invisible, el tiempo que tanto empeño había puesto en medir solo era un impedimento que a cada segundo le alejaba de las pocas esperanzas que alguna vez sembró en el olvido.
Lo que el relojero no sabía, era que la niña era quien cuidaba las rosas azules del jardín. Pues al igual que para él, eran lo único que le unía a lo que más quería.
¡Muy bonito!
ResponderEliminarA veces, cuando nos aferramos al pasado, no nos daos cuenta de esos detalles que podrían determinar nuestro futuro. El presente es lo que existe, y el futuro, lo que queda por existir. Pero el pasado no debería de ser más que un objeto con el que divertirnos de vez en cuando.
Gracias:) Toda la razón, y luego nos quejaremos cuando el presente se convierta en pasado y no lo hayamos aprovechado
ResponderEliminarOh oh ooooooh *-* Que bonito Maiden^^ Y no podía faltar tu palabra favorita, retazo xDD Muy bonico, mucho^^
ResponderEliminarAmo esa palabra *-* jajaja, gracias^^
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