sábado, 31 de diciembre de 2011

Mariposa azul.

Cloc, cloc, cloc.

Resuenan sus zapatos en el frío asfalto, y le miran con ojos muy abiertos los gatos desde debajo de los coches.

Atrás quedan los besos vacíos, las risas de miel, los abrazos de aire. Atrás quedan instantes robados, días marchitos, el año perdido.

¿Y no dicen que en esta noche puede pasar cualquier cosa? Sí, eso dicen.

Guarda bien las manitas dentro de su abrigo recien planchado y esconde la barbilla en la bufanda de colorines. Mientras va corriendo, y resuenan sus zapatitos en el asfalto. Porque en esta noche en la que puede pasar cualquier cosa, una chica como ella, que nunca ha encajado del todo en un sitio como éste, deja atrás todos esos besos vacíos y esos abrazos largos de aire, esas miradas tristes, esos arpegios de hielo, esa soledad incomprensible.

Y ya ve cómo bailan las mariposas ahora que despunta el crepúsculo. Ya bailan y se preparan para llevarse consigo a la niña. Porque en esta noche en la que puede pasar cualquier cosa, ella que deja tanto atrás, incluso un poquito de pena por irse de este mundo que jamás la comprendió y al que le hubiera gustado al menos una pizca entender, sin conocer otro ser capaz de ver esas mariposas que revolotean alrededor de los enamorados cuando se besan, esa luz que irradian los niños que de verdad son buenos, y las Julietas olvidadas por los Romeos de poca monta, ese soniquete y la felicidad que sólo producen los gatos y todas esas cosas que a nadie le importan.



Dieciochomil mariposas revolotean ahora, y se expande su alma entre la multitud de corazones valientes, buscando a aquellos que de verdad creen, ya no sólo en la magia, ya no sólo en sí mismos, sino en la vida entera. Y así siempre está y nunca está del todo, y así siempre vive y cada día muere un poco, y así mariposa, es eterna como el viento, como el aire. Es eterna como el amor.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Narcisismo.

Lo prometí. Prometí que te querría. Pero ya no te lo prometo más.

Mis promesas se tiñeron con el mismo veneno del que se impregnaban tus falacias. Arrancaste hasta la última pluma de las alas que un día coronaron mi inocencia, llevando con sus raíces todo rastro de bondad y sembrando un reguero de miseria y soledad.
Y ahora vuelves, edulcorando versos para otras, satirizando estrofas, tatuando amaneceres en otras camas.
Paseando tus delirios, filosofando dogmas que nunca creíste, arañando tópicos que en mí jamás viste.
Y yo, condenada a contemplar este sucio espejo, añorando retazos de tiempo que sólo ocurrieron en mi mente, contando defectos al estoico rostro que me devuelve la mirada indiferente desde el otro lado, que aprieta los labios mientras intenta desentumecer su alma.



Tú, convertido en un Lord Henry anacrónico, me enseñaste a adorar la belleza. Me enseñaste a creer en ella. Para después escupirme a la cara que eso ya no era lo más importante. Que ya no me servía de nada ser bella.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Otra vez ese maldito té.

Bailan escalofríos en las vértebras de su espalda mientras mueve y remueve la cuchara dentro de su té. Se está esforzando en vivir deprisa. Tanto que casi no tiene tiempo de pararse a pensar en si lo está disfrutando o no. Sólo ahora tiene que esperar. Esperar mientras reposa el té en la taza mellada. Y junta mucho las piernas para no caer en el abismo.

Y cuando por fin saca la cuchara verde y posa cuidadosamente sus labios en la taza rota, se da la razón a sí misma en eso de que las lágrimas son un buen acompañamiento para el té verde.
''¿Por qué lloras?'', le preguntan. Y no sabe qué contestar. ¿Realmente tiene que hacerlo? La mirada inquisidora parece exigir respuesta. ''Porque se acaba el año'', improvisa. ''Pero no seas boba, si empieza otro igual'', sentencia la voz inquisidora como si hablara con una niña. Y en parte -o en todo- lo hace. ''Exacto, otro igual''. Amigo, nos acercamos al trasfondo, ¿eh? ''¿Y qué pasa que este, ha sido un mal año para ti?'' ''No...'' Y el tono inquisidor empieza a enumerar todo lo bueno que ha pasado. Todo lo que ha conseguido, como si debiera haberlo hecho. Como si hubiese sido su obligación, su propósito. Y vuelve a beber sin siquiera molestarse en enjugarse las lágrimas. Porque hay cosas que es mejor dejar pasar. Y esperar. Esperar por mucho que el ritmo de vida que tanto gusta de ser frenético no cuaje del todo con la idea.



''¿Todavía no te has acabado el té?, ¿es que tanta lágrima no te deja saborearlo?''. Y calla, calla una vez más para no caer, para no discutir, para... ¿para qué?

martes, 27 de diciembre de 2011

...tears to shed...

Ya está otra vez. Otra vez con ese gesto tan estúpido, haciendo muecas patéticas para evitar que se suiciden sus lágrimas. No sabe hacer otra cosa. Sólo sabe vomitar lágrimas y vomitar textos que se aprende de memoria. Y cada vez ambas cosas se le dan peor.

Y sigue temblando, y no sé por qué siente un absurdo cosquilleo en el interior de sus dedos, mientras vuelve a arrugar el gesto en un intento apabullante de recoger los diamantes suicidas que resbalan por su inepto rostro.

¿Y qué has hecho esta vez que no haces nada nunca bien, querida? Y qué haces que no aprendes cuando te conviene, y qué haces ahora cayéndote al suelo como un castillo andrajoso de naipes, cielo. Y qué haces ahora. Y qué coño haces ahora que no puedes ni levantarte del suelo por lo mucho que pesan los delirios de tu cabeza.



Y mira lo que has hecho, boba. Has inundado el suelo.

domingo, 25 de diciembre de 2011

...like Jack and Sally...

Lo recordé, lo recordé todo.

Me inventé que te hablabla y que te echaba en cara todo lo que no hiciste, que te absolví de todas esas promesas que nunca cumpliste. Me tatué en la nariz el rastro que dejaste, el rastro de aire y susurros que volvió a hacer zozobrar mis piernas. Pero solo fue eso, amor. Sólo conseguiste hacer temblar mis piernas. En otro tiempo hubieras conseguido poner el mundo boca abajo con solo una nota de tu risa.

Recordé, recordé todo lo abstracto, recordé lo irrecordable, recordé lo nimio. Recordé que lo importante no era recordarte. Recordé que no recordaba nada y me aburrí definitivamente de perder de esa forma tan estúpida el tiempo.



Y lo mejor, lo mejor después de la risa satírica, los acosadores treintañeros y los futbolines descascarillados, fue que no me sentí pequeña, no me sentí pequeña y mis zapatos eran planos.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Tu connais l´endroit?

¿Dónde está?, ¿dónde están?, ¿dónde estás?...

¿Dónde está aquello que me prometiste, dónde estás tú, dónde están todos esos sueños perdidos?
Dónde estoy yo, dónde están mis recuerdos, dónde está mi alma. Dónde está la luz, dónde está la vida, dónde se esconden los duendes, dónde está la nieve, la lluvia, el amor.
Dónde está tu risa, tus ojos, los libros del diecinueve y dónde están los bancos de madera.
Dónde están los besos aletargados, los abrazos de hielo, los labios de frío.
Mi cordura, mis ganas de soledad, los augurios de un buen futuro.
Dónde está ese tiempo pasado que según dicen fue mejor, esas lágrimas de purpurina, esas odas a la hermosura por ser bella y al arte por ser efímero. Dónde está ese corazón de madera, esas uñas de gato, esas mejillas rojas, esas caídas de párpados.
Dónde duermen las mariposas suicidas que se balanceaban en mi estómago, dónde saltan las palomitas de colores, dónde maullan los tigres, dónde matan los besos de antimonio y menta.




No sé dónde está, no sé dónde están, no sé dónde estás. No sé si quieres que te encuentre ni si merece la pena intentarlo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Smokey eyes.

He llegado a la indiscutible conclusión de que no eres real. Que eres uno de esos espectros que imagino por las noches, de esos que se enrollan en mis sábanas y prenden imperdibles en mi almohada. Como los que me susurran al oído y me recitan poesía vacua...
Hay ciertos aspectos que me inducen a pensar que esa teoría tiene fallos, lagunas azules como las de tus pupilas. Pero mis metonimias no alcanzan a plasmarte sólo por un contenido.

Tal vez tus ojos azules nacieron de algún desvarío, son un híbrido entre alcohol y soledad. Puede que tus pestañas sean las ramas perdidas de algún olmo extinguido que un poeta anónimo quiso plasmar en un cuadro de Monet, con esos colores tan suyos teñidos en tu ropa extraña. Puede que Portugal esté en tu nombre o en tu sangre, o que yo lo imaginase para sentirte más cerca.
Tal vez tu voz no sea solo el susurro del viento, tal vez tu sonrisa no sea sólo un espejismo del macabro destino.


A lo mejor, si fueses fruto de mi deshauciada mente, tendría cura este pseudo efecto Pigmalión, pero hay dos cosas que me hacen pensar que existes realmente:




Creo que alguien más te ha visto y no nos engañemos, yo jamás hubiese sido capaz de crear algo tan bello.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Once upon...

Huele en casa a quiche, a frío y a páginas de libro de algún escritor decimonónico.
Duermen las mariposas suicidas soñando con su muerte y con besos plagados de toxinas.

Huele a invierno y a café con mucha espuma, a labios impregandos de ella y a sangre mezclada con tinta.
A colapso neuronal, a necrosis cardiaca, a lágrimas con sabor a té. Huele a hielo y soledad, a máscaras de carnaval hastiadas, a rotos que no son suficientes para tanto descosido.

Y ella en medio del murmullo agónico de la tetera a punto de explotar y del polvo que se suicida desde sus manos al escribir después de tanto tiempo, vacía sus últimas gotas en la taza de porcelana mellada. Porque en casa huele a muchas cosas...



Pero de tu olor a letras y a antagonía no queda ni rastro.