martes, 3 de mayo de 2011

Etiquetas.

Aquellos extraños seres, que a veces bien podían parecer simpáticos y otras veces repelentes, necesitaban a toda costa etiquetar todos y cada uno de los productos que pasaban por sus manos.
Y es que, aunque no comprendieran el significado del sustantivo, o del adjetivo que atribuían a cada cosa, necesitaban tener una palabra para designarlos, y conseguir así, con semejante catalogación, excluirlos o añadirlos a la lista de sus productos de uso cotidiano.

Ella no lo comprendía. Nunca le gustó poner etiquetas a sus tarritos de mermeladas, así se llevaba una sorpresa cuando los probaba. Y siempre que alguno de estos seres maniáticos etiquetaba en la tapa el producto en un despiste de esta, después se entretenía intercambiándolas. Sin que nadie la viera, por supuesto, ya que además de ser horribles a veces, solían gustar de controlarlo todo.


Nunca pudieron comprender por qué ella cada día llevaba el pelo de un color distinto ni tampoco descubrieron jamás la diferencia entre la mermelada de frambuesa y la de cereza. Aún lo siguen intentando. Está fuera de sus límites.

3 comentarios:

  1. Oh! Que bonito! Cada día te superas más!

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  2. ¡Qué chulo! jaja a mí también me gusta experimentar conmigo misma. Hubo un tiempo en que escondía el despertador por la noche para que por la mañana no lo encontrase... jeje

    Me ha gustado mucho ;)

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  3. Muchas gracias a las dos (: Jolín, Irene, siempre me sorprende tu originalidad! :D

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Venga, no te vayas así. Delira un poco :)