lunes, 9 de mayo de 2011

Delirios decadentistas.

Llegados a tal punto en el que ni la autocompasión quería venir a dar la cara, la miseria se cernía sobre sus ojos abnegados que felizmente se hubieran fugado con algún Rimbaud de ojos azules que supiera disimular levemente su falta de interés más allá de los aspectos carnales. Su ingenuidad hubiera hecho el resto.
No sabía si valía mucho, tampoco se lo había preguntado. Valía lo que pagaran por ella, que era más bien poco.
Y creo recordar que una rata soltó una carcajada mientras ella lloraba y algo viscoso le tomó la mano para llevársela a un infierno un poco más profundo que aquella cloaca.

¿El precio? Un café solo y dos corazones rotos. El que Rimbaud se llevó con Verlaine y el que no latía ya en su pecho por encontrarse en huelga.




De todas formas, el mundo no se hubiera fijado en que había una puta menos. Que por no saber, ya no sabía ni escribir.

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Venga, no te vayas así. Delira un poco :)