Huele en casa a quiche, a frío y a páginas de libro de algún escritor decimonónico.
Duermen las mariposas suicidas soñando con su muerte y con besos plagados de toxinas.
Huele a invierno y a café con mucha espuma, a labios impregandos de ella y a sangre mezclada con tinta.
A colapso neuronal, a necrosis cardiaca, a lágrimas con sabor a té. Huele a hielo y soledad, a máscaras de carnaval hastiadas, a rotos que no son suficientes para tanto descosido.
Y ella en medio del murmullo agónico de la tetera a punto de explotar y del polvo que se suicida desde sus manos al escribir después de tanto tiempo, vacía sus últimas gotas en la taza de porcelana mellada. Porque en casa huele a muchas cosas...
Pero de tu olor a letras y a antagonía no queda ni rastro.
Es una pena que a veces no podamos recordar esos olores, como el de la persona a la que amábamos
ResponderEliminarUn beso
Huele a lluvia... a esa tormenta que comenzó en trueno, estremeció en rayo al firmamento, y cuyo recuerdo aún queda en relámpago. Huele a recuerdo, a una leve e imprevisible punzada en el pecho. Huele a añoranza, a nostalgia, a melancolía. Huele a oscuridad, a vela extinguida, a silencio contenido. Y es un olor tan familiar que duele, y tan extraño que asusta. Es un olor fuerte, cercano, intenso... aunque no desagradable, y tampoco placentero.
ResponderEliminarMe gusta cómo huele tu entrada... (;
A mí me encanta cómo huelen vuestros comentarios:DDD
ResponderEliminar<3