jueves, 29 de diciembre de 2011

Otra vez ese maldito té.

Bailan escalofríos en las vértebras de su espalda mientras mueve y remueve la cuchara dentro de su té. Se está esforzando en vivir deprisa. Tanto que casi no tiene tiempo de pararse a pensar en si lo está disfrutando o no. Sólo ahora tiene que esperar. Esperar mientras reposa el té en la taza mellada. Y junta mucho las piernas para no caer en el abismo.

Y cuando por fin saca la cuchara verde y posa cuidadosamente sus labios en la taza rota, se da la razón a sí misma en eso de que las lágrimas son un buen acompañamiento para el té verde.
''¿Por qué lloras?'', le preguntan. Y no sabe qué contestar. ¿Realmente tiene que hacerlo? La mirada inquisidora parece exigir respuesta. ''Porque se acaba el año'', improvisa. ''Pero no seas boba, si empieza otro igual'', sentencia la voz inquisidora como si hablara con una niña. Y en parte -o en todo- lo hace. ''Exacto, otro igual''. Amigo, nos acercamos al trasfondo, ¿eh? ''¿Y qué pasa que este, ha sido un mal año para ti?'' ''No...'' Y el tono inquisidor empieza a enumerar todo lo bueno que ha pasado. Todo lo que ha conseguido, como si debiera haberlo hecho. Como si hubiese sido su obligación, su propósito. Y vuelve a beber sin siquiera molestarse en enjugarse las lágrimas. Porque hay cosas que es mejor dejar pasar. Y esperar. Esperar por mucho que el ritmo de vida que tanto gusta de ser frenético no cuaje del todo con la idea.



''¿Todavía no te has acabado el té?, ¿es que tanta lágrima no te deja saborearlo?''. Y calla, calla una vez más para no caer, para no discutir, para... ¿para qué?

5 comentarios:

Venga, no te vayas así. Delira un poco :)