sábado, 29 de octubre de 2011

Hielo.

Apareció al cambio de mirada. Entre el rey y la reina. Tardé unas décimas de segundo en ubicarme, pero al cabo de un momento fue indudable que estaba ahí. Innegable. Con el gesto ensimismado, escondiendo su grandeza, ocultando su hermosura.
Habló una lengua extraña con el rey, su padre le dijo algo que jamás comprenderé, que no sé si volveré a escuchar.
Y cuando volvió a mi mente su cuento, su arpa, sus anillos de calaveras, sus ojos azules... y volví a perderlo en el laberinto con olor a té y especias mientras caía en la cuenta de que después de este reencuentro, de observar en su rostro que tal vez le sonaba mi cara, podía ser la última vez que lo viera...

Lo volví a ver en otro golpe de esquina, en otro jirón de tiempo, en otra parte del laberinto, y después lo perdí... quién sabe si para siempre.



Lo que más me entristece es que no llegué a ver de cerca sus ojos azules. Los primeros en los que naufragué...


Primera parte aquí.

3 comentarios:

Venga, no te vayas así. Delira un poco :)