Ya sólo podía correr. Correr hasta llegar lejos, de la lluvia de la calle y de la lluvia de su alma.
Olvidó qué era una caricia, olvidó qué era un beso. Lo perdió todo entre aspiraciones baldías y egocentrismos subversivos.
Ya no había él. Ya no había ella. Jamás habría otro músico en una esquina, otro filósofo divagando sobre una mesa de billar. Nunca más habría otro poeta enfrascado en un vodka, ni un príncipe acechando en recovecos.
Me gustaría decir que encontró algo, que encontró a alguien, que se encontró a sí misma corriendo bajo la lluvia. Pero no lo hizo. ¿Conoces esa sensación en la que corres rumbo a Ningunaparte, pero que necesitas seguir corriendo? Eso hacía ella. Correr, sin rumbo, sin ganas, sin destino, sin suerte, con miedo.
Da igual a dónde corras si vas a Ningunaparte, da igual lo rápido que vayas, el tiempo que tardes. Estarás igual de perdido, como ella, que aún sigue corriendo bajo la lluvia, tal vez si no espera nada logrará ser feliz...
Tal vez algún día pueda contar que encontró algo, que encontró a alguien, que se encontró a sí misma.
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Venga, no te vayas así. Delira un poco :)