Escupí su vanidad y banalicé todos sus cuentos. Pisoteé todas sus frases y me reí de su estoicismo de burdel disfrazado de convento. Y allí donde los cigarrillos cantaban y las vírgenes lloraban, pateé, pateé con todas mis fuerzas la belleza que escondía su cara.
Desfiguré con artimañas la vieja curva de su rostro y aplasté con ganas a aquel caracol trastornado que tuvo la suerte de cruzarse en mi camino. Quemé todos sus libros excepto uno, plagado de erratas. Y de su lista de películas, sólo dejé Pulp Fiction, para que pudiese darle un ataque al corazón al menos tres veces al día.
Insulté a su vecina y di una patada a su gato.
Y cuando creía haberle hecho bastante daño, cuando el cloroformo y la glicerina me parecieron innecesarios, rompí el espejo para que no pudiera verse,
verme...
vernos.
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Lo peor de todo fue que no me sentí mal al hacerlo. Esperaba al menos una punzada o dos.
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Venga, no te vayas así. Delira un poco :)