domingo, 13 de mayo de 2012

Reichenbach rise.

La vida sigue. Es lo único que merece la pena aprender, y a mí aún me está costando. Tres años desde que se fue, desde que saltó de esa estúpida azotea. Tres años siendo incapaz de perdonarme las dudas. Tres años solo. Más solo aún que antes de la guerra. Mucho más... Sentado en este estúpido sofá, mirando al infinito como hacía él. Imaginándole abstraído con su mirada instrospectiva. Tres años gritando en sueños las cosas que nunca le dije a la cara. Resurgiendo de mis pesadillas con vapores de sudor frío. Hálitos de vida que se fugaron por la ventana de esta casa antigua de Londres.
No vas a volver. No va a volver. Se ha ido para siempre. Dan igual mis deseos, han sido los peores años de mi vida, y sé que no tienen arreglo. Cuando no tienes nada y te aferras a una única esperanza... ¿qué pasa cuando esa esperanza salta al vacío? Vacío como alegoría de mi alma. Viviendo del aire que respiró en esta casa antes de irse. Viviendo del dolor que alimenta mi esencia. Viviendo del corazón que tal vez siga latiendo porque ya no era mío.
La vida sigue. Es lo único memorable que te enseña. Y lo peor de todo es que no hay explicaciones. Sólo polvo en el viento.





Y entonces volvió. De pronto. Tres años después cruzó el umbral de aquella puerta. Una vez leí en alguna parte que nunca se te olvida la cara de la persona que era tu última esperanza. Y sí, no pude más que desmayarme. Porque estaba vivo. Él estaba vivo, y bueno, había vuelto.

-Tampoco fue fácil para mí, John...

2 comentarios:

Venga, no te vayas así. Delira un poco :)