No importa cómo sea, no importa lo que sea, no importa lo mal que lo interprete. Si le tiende los brazos, será suya. Si le susurra al oído, será suya. Con un sucio beso, será suya. Si le promete un billete al cielo, será suya. Si le habla de Holanda y sus confines será suya.
Y se congela su alma de frío y pena por los oscuros puentes donde rondan los enamorados, y se pudre de asco su corazón hastiado y descolorido, y se entumecen sus manos y su sonrisa ante la sensación de vacío que cala sus huesos.
Huyendo de la soledad, se entregó a ella. Huyendo de unas palabras vacuas se entregó a sus miedos. Se convirtió en sus temores, se tejió sus propias trampas. Resonando augurios crueles en su mente desamueblada se hizo caer a sí misma una y otra vez.
Se deshizo de lo bueno que quedaba en ella, se marchitó a sí misma en brazos tatuados, en camas vacías, en sábanas sucias. Se perforó el cuerpo cuanto pudo, leyó todo aquello que jamás pudo soportar. Se corrompió entre opio y perfume barato.
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Y sobre todo, creyó que lo hacía para huir del destino. Pero no hizo más que buscarlo.