Y esta es la historia de una niña, que jugaba a ser princesa, con su vestido azul de carnaval y su largo pelo oscuro. Su madre la decía que era
Pocahontas... por el tono de su piel -por el que tantas veces la han juzgado, al igual que han hecho con su nombre, algo extraño.
Esta es la historia de esa niña, que dejo de ser princesa, porque nadie se lo recordaba nunca. Se acabaron los disfraces y tuvo que buscarse otro tópico. Quizás el de joven dura e independiente es el que se ve más a menudo, nadie se ha atrevido a mirar qué hay debajo...
Llegó el invierno, y ningún príncipe vino, la tierna
muchachita, falta de amor, falta de dicha lo intentó buscar en ideales, -que muchas veces son más profundos que los seres corpóreos- y quizás los libros y las películas tuvieron la culpa de su locura. Entre magos, piratas y dibujos animados de ojos enormes lo buscó, pero no se dignó a aparecer. Entonces se pasó a los villanos, que tienen mucho más gancho, ¿no os parece?
Pero está cansada de vivir una vida que no es la suya, ella no mueve los hilos, ella no decide, ella solo siente y padece. Ella es tan ingenua... y todos lo saben. Tiene tantas aves
secuestradas que nadie la tiene en cuenta. Es solamente la amiga de alguien, la que se sienta con alguna en no sé que clase o la de la primera fila de latín. Ella no es nadie, y lo siente todo.
Ella espera, y espera, y no pierde esperanza alguna. Está harta de sucios maleantes, quiere que su príncipe venga a rescatarla y se la lleve lejos, aunque no la saque de su casa, y quiere dejar de ser Nadie, y en realidad, no quiere nada.
Solo quiere que tú no la intentes consolar, pues no puedes.
Solo quiere que él, sea quien sea, esté donde esté, venga rápido a buscarla.
Si le veis,
decidle que le espera entre
declinaciones y
sintaxis, pues ella aguarda, pero sabe que la lista de espera para ser feliz es larga y debe pasar el rato, e intentar -aunque sea en vano- alcanzar alguna expectativa por una vez.
Pero es tan necia y soñadora, que cuando nadie la mire se pondrá una corona, pequeña, tan pequeña como ella, que no destacaría ni aunque llevara luces
reflectantes en la cabeza.
Dios, es tan rara, que a todo el mundo harta. Es tan insignificante, que como no os
deis cuenta, se va a volver etérea.
y aunque la falléis, una y otra vez, será incapaz de quedarse con vuestros retazos malos, pues los buenos recuerdos
bombardearán su mente, y ella no podrá ni querrá
extinguirlos.
Y ella solo escribe, porque ya no quiere hablar, solo hacen que demostrarla que no la desean escuchar.
Triste pobre, es tan ingenua...
Feliz entrada número setenta...