lunes, 22 de agosto de 2016

Presa (II)


Come to me in the night hours,
I will wait for you.
And I can't sleep, cause thoughts devour.
Thoughts of you consume.

War of hearts - Ruelle

La expresión femme fatale cobraba sentido en sus ojos felinos. Nunca había visto unos ojos como esos. Es decir, había mirado a muchas otras chicas, pero a ninguna con un aura tan electrizante como la suya.

Aquella noche todo lo estaba haciendo mal. Rompió tres vasos, se equivocó con el pedido de varias mesas. La bandeja bailaba en sus dedos y no entendía qué coño estaba pasando. Por qué esa mirada de gata la estaba llevando a los demonios, por qué esos ojos, esas uñas rojas como la sangre y ese olor a perfume abrasador estaban consiguiendo que recogiera tantas papeletas para quedarse sin trabajo en cualquier momento. Una advertencia, dos. Un descanso. "Céntrate, piensa en el trabajo, piensa en el dinero, piensa en ese pelo dorad... no. En eso no." Imposible. Sus manos intentaban aferrarse al lavabo sin demasiado éxito, el pelo de su trenza comenzaba a caer despeinado sobre su frente y, por la puerta entreabierta, estaba entrando la mujer felina. "Oh, dios, no."

El aire se espesó súbitamente. Sintió el calor de su cuerpo concentrarse en su cabeza, sus oídos palpitar, sus mejillas arder. El lavabo ya no podía sujetarla y sus manos fueron a parar sobre la piel más suave que había tocado nunca. Todo en aquella mujer parecía letal, desde los ojos a las garras que estaban ayudándola a sostenerse en pie. Y, de un momento a otro, se vio convertida en una presa, atrapada entre dos brazos fuertes y de contorno firme que hubieran impedido cualquier intento de huida, de haberlo pretendido.

El aire era tan espeso que se había vuelto irrespirable. Tragaba aire agitadamente por su boca porque el interior de su nariz había comenzado a dolerle de la intensidad de su respiración. No podía ver nada más allá de sus ojos hipnóticos. Tal vez, si ella se acercaba más, conseguiría transferirle algo de oxígeno... tal vez, si ella rompía la brecha entre sus labios, podría seguir respirando unos minutos más. Tal vez fuese su mirada suplicante lo que hizo que sus deseos se cumplieran y todo se desvaneciese mientras duraba ese beso hechizante.

Su piel se erizó, la sangre de sus brazos, anclados en el ladrillo de la pared, comenzó a arremolinarse sobre su cabeza. Las piernas dejaron de responderle cuando ella liberó una mano y la atrajo hacia su cuerpo esculpido en músculo y piedra.


Si no hubiera sido por ese brazo que envolvía la parte baja de su espalda, su cabeza hubiese chocado de lleno contra la pared en una caída en parte física, y plenamente metafórica. Los brazos de la mujer felina la sostuvieron en el aire mientras su mente emprendía un descenso a los infiernos, sin conocimiento, lejos de sí misma, abandonándose a la oscuridad que le había producido la falta de aire.
Y con el rojo de las uñas conjuntaba una gota incipiente sobre sus labios perdidos.

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