Recuerdo el calor de aquella noche,
típico de los climas tropicales
o de las noches mediterráneas de verano,
esas que huelen a amapolas y a sueños de jardín.
Recuerdo el calor del desierto de tu espalda
como si, paradójicamente,
no hubiera sido ayer.
Recuerdo la ebullición de tu frente en cohesión con la mía,
los géiseres de tus pómulos...
Me recuerdo atravesando una piel lejana y ausente,
y después solo la lluvia del trópico.
Las lluvias torrenciales que desembocan en naufragios
y refugios
de almas que firman contratos de abandono
en las hojas secas que deja el otoño.
Recuerdo el frío de las sábanas movidas,
de las piernas desnudas,
de la brisa escarchada en átomos de invierno
que se posan,
como esos besos extraños de mariposa,
en los pies fríos, que tímidos,
despuntan en la popa del colchón.
Te recuerdo con el sol que miente en primavera,
ese que no necesita excusas para colarse a verte,
y entra sin llamar por la ventana,
no hallando más que abrazos de piel
y ningún sitio para esconderse,
ruborizado y confuso,
por no entender que las estaciones se suceden en tu cuarto,
y que no queda para él ningún resquicio en todo el microclima de tu habitación.
Que el amor se ha atrincherado y aquí no hay subterfugio que valga.
No lo había leído hasta ahora... genial.
ResponderEliminarMuchas gracias:) qué tal todo?! ^^
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