lunes, 13 de junio de 2011

Il avait les yeux d´opale.

Se encontraba en el mismo pupitre de siempre, primera fila, con las piernas entrecruzadas intentando recordar las parte que le faltaba de tatuar en el papel de aquel análisis inconcluso.
Jugaba a tamborilear con la parte de atrás del bolígrafo al ritmo resonante de una canción de los Beatles en su memoria mientras revisaba mentalmente todos los puntos ya tratados en el texto para ver si con un poco de suerte conseguía recordar de qué color eran sus ojos.

¿Marrones? No, no podía decirse que fueran marrones. Encuadrar aquellas pupilas en un cristal otoñal sería faltar al refulgir de inteligencia del Murano anacrónico atrapado en una novela de principios del siglo XX.

¿Rojos? Tampoco eran fuego vivo los destellos radiantes de la pasada juventud, ni verdes los rayos del apaciguamiento tímido que revela la memoria condicionada como la lejana magdalena de un Proust mal ubicado.

-Venga, dámelo ya.

-De ópalo.

-¿Qué?

-Eran de ópalo.



Rió, no sé si sabiendo que aquellos ojos de ópalo eran los suyos.

3 comentarios:

Venga, no te vayas así. Delira un poco :)