Solamente una vez me ha pasado con la misma intensidad que aquella noche que me pudiese la vida.
Me metí en la cama y empecé a temblar, sin poder parar de llorar. Ella empezó a desnudarme y me tumbó a su lado. Me estrechó entre sus brazos, sin cerrarlos con fuerza, pero haciéndome saber que estaba ahí. Guardé la cabeza en su pecho y no dejó de acariciarme todo el tiempo que estuve así. No sé si fueron minutos u horas, pero ella no paró de dibujar círculos en mi piel, por todo mi cuerpo. Poco a poco fui tranquilizándome, fui relajando los músculos y mitigando mis miedos con esas caricias que me vestían entera. Además, el calor de su cuerpo contagiaba al mío, y todo el frío de los demonios iba derritiéndose con los latidos que oía resonar en su pecho.
Sé que no durmió en toda la noche. Y lo sé porque cada vez que en sueños me atacaban los monstruos, se hacían grandes delante de mí y estaba a punto de caer de rodillas y dejar que me vencieran; ella me daba la mano desde fuera de mi sueño y mi subconsciente la materializaba inmediatamente en mi pesadilla. Me daba la mano y juntas podíamos con los monstruos.
Hizo eso cientos de veces aquella madrugada, sin apartar sus labios de mi frente, para que supiera volver a casa cuando quisiese despertar.
Hecho :) Espero que tengas buena nota!
ResponderEliminarMe encanta esa sutileza tan ruda que te ablanda los huesos. Fuiste nominada a dos premios en mi blog :) Besos y suerte!
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