lunes, 10 de marzo de 2014

Sunshine

Me miras. Me miras mientras maquinas cómo hacerme rabiar y tienes seis años y la sonrisa pícara, y vuelven a crecerte dientes de león en las pestañas. Me miras, sonríes, alineas los labios a la izquierda y se te llenan los pómulos de sonrisas que se apelotonan por salir. Te bailan los rizos y yo solo puedo pensar en colocarlos uno a uno en tu pelo desordenado.

Me acaricias, recorres mi cuerpo como si lo pintaras. Como si trazases sueños con la punta de tus dedos y frunces el ceño mientras yo me río, porque tu semblante se concentra en cada línea de mi cuerpo que quiere recorrer. Tienes diecinueve años y los ojos más bonitos del mundo -no por el color, sino por cómo me miran-.

Me besas. Me acurruco en el hueco de tus brazos. Me instalo en mi ático con vistas a tu playa en el espacio entre tu cuello y tu hombro. Y volvemos a ser nosotras. Un domingo cualquiera. Y vuelve a salir el sol, después de tanto tiempo. Vuelve a oler a verano y a colarse el sol por mi ventana. Vuelves a ser tú, robándome los muñecos de mi cama y revolviéndome las sábanas. Vuelves a ser tú haciéndome rabiar y vuelvo a ser yo quejándome mientras me haces cosquillas, odiándote por no poder dejar de reírme y amándote porque insistes siempre hasta que lo hago.

Vuelve a ser un día cualquiera, volvemos a guardar sueños debajo de los dedos para soñar cada vez que nos rozamos. Y lo hacemos, porque guardas mi futuro debajo de tu almohada, así que lo respiras todas las noches.


Sonríes tú, bosteza el sol y yo recuerdo. Sigo creyendo que es verdad: vivir así contigo sería como si todos los días fuesen vacaciones.

2 comentarios:

Venga, no te vayas así. Delira un poco :)