Me acaricias, recorres mi cuerpo como si lo pintaras. Como si trazases sueños con la punta de tus dedos y frunces el ceño mientras yo me río, porque tu semblante se concentra en cada línea de mi cuerpo que quiere recorrer. Tienes diecinueve años y los ojos más bonitos del mundo -no por el color, sino por cómo me miran-.
Me besas. Me acurruco en el hueco de tus brazos. Me instalo en mi ático con vistas a tu playa en el espacio entre tu cuello y tu hombro. Y volvemos a ser nosotras. Un domingo cualquiera. Y vuelve a salir el sol, después de tanto tiempo. Vuelve a oler a verano y a colarse el sol por mi ventana. Vuelves a ser tú, robándome los muñecos de mi cama y revolviéndome las sábanas. Vuelves a ser tú haciéndome rabiar y vuelvo a ser yo quejándome mientras me haces cosquillas, odiándote por no poder dejar de reírme y amándote porque insistes siempre hasta que lo hago.
Vuelve a ser un día cualquiera, volvemos a guardar sueños debajo de los dedos para soñar cada vez que nos rozamos. Y lo hacemos, porque guardas mi futuro debajo de tu almohada, así que lo respiras todas las noches.
:)
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