Ahí estoy yo, con todo ese sudor estrechando mi cuerpo, con tu olor para el que no encuentro adjetivos gritando en mi nariz. Y ahí, detrás de esta barrera imponente estás tú. Tal vez esa barrera de dos pasos y media pulgada no exista. A lo mejor tú también quieres alargar el brazo y acariciarme. Ojalá.
No sé qué voy a hacer cuando todo esto acabe, cuando ese olor que sueña mi cerebro entre las bocanadas de aire se disipe. No tengo nada más pensado para el resto de mi vida. No sé si serás algo más que un sueño de verano que lleva siendo soñado desde el invierno, si esto servirá para algo más que para dejarme dormir tranquila.
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Sólo quería que supieras que muero cada vez que se queda ese olor tuyo impregnado entre las fibras de mi ropa.