Será que una vez más no sé cómo decirte esto y te lo escribo. Será que me da miedo y aspiro a que lo leas; pero ahí voy yo, dando tumbos a la vez que zancadas en esta noche soporífera. Será que aún estoy respirando nervios y todavía tengo pegado este estúpido acento, será que mañana al despertar ya no me atreveré a escribirlo.
Ahí estoy yo, con todo ese sudor estrechando mi cuerpo, con tu olor para el que no encuentro adjetivos gritando en mi nariz. Y ahí, detrás de esta barrera imponente estás tú. Tal vez esa barrera de dos pasos y media pulgada no exista. A lo mejor tú también quieres alargar el brazo y acariciarme. Ojalá.
No sé qué voy a hacer cuando todo esto acabe, cuando ese olor que sueña mi cerebro entre las bocanadas de aire se disipe. No tengo nada más pensado para el resto de mi vida. No sé si serás algo más que un sueño de verano que lleva siendo soñado desde el invierno, si esto servirá para algo más que para dejarme dormir tranquila.
Sólo quería que supieras que muero cada vez que se queda ese olor tuyo impregnado entre las fibras de mi ropa.
miércoles, 27 de junio de 2012
domingo, 17 de junio de 2012
Delirios ambiguos.
Vuelven a compungirse mis lágrimas, ésta vez por la ambigüedad multipatente. Por las situaciones encontradas, por no saber qué hacer cuando el eros deja de ser esa falta idealizada. No sé qué significa esto ni sé cuánto va a durar, pero sé que hay algo detrás que va mucho más lejos y que no sé si se puede romper con un suspiro.
Y aquí vuelvo a estar yo, escondiéndome entre cuatro metáforas, de esas que se pegaban una vez por escribirte. Porque ya no hay frío en el que abrazarse, ya no nieva. Ahora sólo está la asfixia que ahoga mis pensamientos y yo no sé qué hacer con este rebujo. Yo no sé clasificar miradas. No sé almacenar sentimientos de otras personas, no sé gran cosa. A lo mejor resulta que no era tan sencillo vivir sin nombres. Que la ambigüedad de los términos podía confundir. Que el corazón necesita paredes para no irse por las ramas y que yo ya no sé quién soy. Que no sé qué significa nada. Nunca me hizo falta pensar en el futuro si bastaba respirar el presente.
Pero tal vez no era tan fácil ese tú y yo contra el mundo. Tal vez no soy tan fuerte como te hice creer. Tal vez solo soy alguien a quien solías conocer. A lo peor no existe ese lugar que debía existir en el que esconderse. Tal vez sólo sean éstos delirios de humo, como suelen ser siempre.
Es algo que no sé y no puedo llegar a saberlo...
Pero por favor, no agarres mi mano más fuerte si tienes pensado soltarla.
Y aquí vuelvo a estar yo, escondiéndome entre cuatro metáforas, de esas que se pegaban una vez por escribirte. Porque ya no hay frío en el que abrazarse, ya no nieva. Ahora sólo está la asfixia que ahoga mis pensamientos y yo no sé qué hacer con este rebujo. Yo no sé clasificar miradas. No sé almacenar sentimientos de otras personas, no sé gran cosa. A lo mejor resulta que no era tan sencillo vivir sin nombres. Que la ambigüedad de los términos podía confundir. Que el corazón necesita paredes para no irse por las ramas y que yo ya no sé quién soy. Que no sé qué significa nada. Nunca me hizo falta pensar en el futuro si bastaba respirar el presente.
Pero tal vez no era tan fácil ese tú y yo contra el mundo. Tal vez no soy tan fuerte como te hice creer. Tal vez solo soy alguien a quien solías conocer. A lo peor no existe ese lugar que debía existir en el que esconderse. Tal vez sólo sean éstos delirios de humo, como suelen ser siempre.
Es algo que no sé y no puedo llegar a saberlo...
Pero por favor, no agarres mi mano más fuerte si tienes pensado soltarla.
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