What if our hard work ends in despair?
What if the road won't take me there?
Oh, I wish, for once, we could stay gold.
First Aid Kit - Stay gold
Un paseo por el barrio, a media tarde. Un soplo de aire para barrer el polvo de las pestañas. Una noche en casa, una pizza, una serie. Tu compañía. Compartir la cama. Sentir tu calor en los pies helados de frío. Que el semáforo se ponga en verde nada más salir del portal. El autobús que llega justo al salir del metro. Los atardeceres de la universidad. Los amaneceres. Las madrugadas de Madrid: Cibeles de noche, las luces de Gran Vía. Una caña un sábado por la noche. Los atardeceres desde la ventana del salón, con vistas a las Cuatro Torres y a una calle larga que no duerme nunca. La satisfacción de superarse, un día cualquiera, una tarde cualquiera. Sentirse fuerte, sentirse frágil. Llorar. Saber cuánta tristeza hay en la felicidad. Saber cuánta felicidad se esconde tras la tristeza pasajera y puntual. Reír. Los libros. La frase escondida en una remota historia de un escritor olvidado. El saberse pequeño e imaginar, por un instante, que algo sucedió así sin que pudiese ser de otra forma. Descubrirse divagando por mundos volátiles. Una película. Que me cocines. Que te coma. El olor del horno cuando hacemos hojaldres. Comerse los hojaldres como si no hubiera un mañana. El olor del café recién hecho. La lluvia que moja los cristales. La seguridad de estar en casa, con una ventana a una calle repleta, las luces de los coches y los neones de las tiendas. El bullicio. La soledad. La compañía. La amistad. El desarraigo. Retozar en la cama los lunes por la mañana. Las dos horas de sueño de los días que marchas antes que yo a la universidad. La cama grande para mí sola, con tu olor cosido en las sábanas. Los besos. Tus rizos. Mirarte sin que me veas. Mirarte y pensar cuánto voy a extrañarte. Abrazarte porque aún nos queda tiempo. La independencia. El poder de estar sola y no sentirse sola. Los pintalabios mate. Los pintaúñas mate. Unas cuantas monedas en el bolsillo. Los libros nuevos. Los libros de segunda mano. Las novelas decimonónicas. Los planes. Los viajes. Los proyectos de futuro y de presente. Las palabras susurradas. Las palabras gritadas -después de la tormenta...-. Una conversación amable en la universidad. Una sonrisa a quien sujeta la puerta del metro. Una caricia furtiva a cualquier perro con facha de nube. O sin ella. La impotencia rebajada con cariño. El café. El chocolate. El humo de sabores. El consuelo de un mejor día mañana. La consciencia de tu presencia aunque no estés.
El reflejo del sol en la hierba. En los edificios. El dorado entretejido entre mi pelo. Buscar la fibra de oro que hilvana, también, todo lo gris. El dorado del hojaldre. El oro de tu pelo. El oro del asfalto cuando el sol lo lame. El dorado de las hojas. El dorado de las luces de los coches. El destello dorado de las estrellas. La dorada medianía. El punto medio, el equilibrio. La felicidad silenciosa. El abandono de lo excelso. La sonrisa sin estruendo. La belleza de todo lo cotidiano. El placer medido inconmensurablemente del que sabe mirar. La delicadeza del asfalto. La hebra de oro inmersa en la tempestad, que no deja de brillar aunque nadie la vea.
Permanecer dorado, siempre; con un instante al día es suficiente. Permanecer dorado es lo importante. Debes ser de oro, maleable pero incorruptible. Fiel. Firme. Duradero. Permanece dorado y brilla cuando esté oscuro. No es difícil: aunque no lo veamos, de oro están engarzados nuestros sueños.