La perdió de la misma manera en que lo héroes griegos sucumben a las profecías. Como la crónica de una muerte anunciada. La perdió por creer que la estaba perdiendo e intentar ponerle remedio. Igual que Edipo cumplió su destino, paso por paso, muerte a muerte, beso a beso. Si podía haberlo evitado, no lo sé.
La perdió por creer que la perdía, por abrazarse a ella en medio de una tormenta imaginaria, por asfixiarla protegiéndola de los demonios invisibles, por mirar estando ciega y no ver que de tanto hablar de pájaros, se había convertido en una jaula para ella.
Y el remedio nunca fue mejor que la enfermedad.