Patria es donde naces, y no mentiría si dijese que nací la primera vez que te besé, para morir la primera vez que me dejaste en casa, y revivir cuando volví a verte. Patria es donde te acogen, donde te quedas, porque te miman. Patria es donde perteneces, donde está tu gente. Patria eres tú cuando te miro, y cuando cierro los ojos, también; porque muchas veces, hasta los cierro para encontrarte. Incluso cuando me duermo entre tus brazos, y te resignas, y me besas y me miras, y acabas por dormirte tú también. Y sé que haces todo esto por lo que te estoy diciendo: dormir es otra forma de buscarte, igual que irse es otra forma de volver. Y yo, amor, te veo mejor con los ojos cerrados. Te reinvento y te tengo, y te pruebo; para después abrirlos y volver a tenerte. Para reinventarme yo también, y conmigo, ocho millones más de formas en las que reenamorarte, si no cada día, por lo menos a la semana.
Te convertiste en mi patria, al más puro estilo Ángel González, y naciste, tú también de nuevo, para ser Ítaca, y yo, Penélope, y olvidarme de odiseas. Y si fue al más puro estilo Ángel González, patria lleva implícito presidio. Y a veces temo, y dudo y sé que piensas que de los presidios se busca la huida. Que toda treta va directa a buscar rendijas por las que escaparse. Pero luego pienso, y pienso mejor -porque no siempre me sale eso a la primera- que no te convertiste en mi patria, sino que te convertí yo en ella, y que si patria lleva implícito presidio, yo misma así lo quise. Y que si esto lleva implícito algún tipo de contradicción, se lo cuenten a aquel Sartre que nos condenaba a ser libres.
No sé si me estoy explicando, pero con esto, lo único que quiero decirte, amor, es que te hice Ítaca para que
fueras tú conmigo. Para que fueses tú y yo fuese yo y no 'para ti', ni 'por ti', ni 'a causa de ti'; sino contigo. Ir de esa mano de la que tú hablaste. Y coordinarnos y coordenarnos en un lugar geográfico al sur de tu cintura, donde las mareas no son cíclicas, pero siempre vuelven, y las brisas no son otra cosa que suspiros. Donde tú no estás 'para mí', ni 'por mí', ni 'a causa de mí', sino conmigo.
Donde Ítaca es mi mejor metáfora, porque se convierte en acto y va más allá de una función meramente lingüística. Donde
eres tú, y puedes deshacerte de mi tropo, y convertirte en sinestesia de quien quieras; o donde, al menos por ahora, puedes quedarte, y seguir, no 'por mí', ni 'para mí', ni 'a causa de mí'; sino conmigo.