(Del lat. abstrahĕre).
1. tr. Separar por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción.
2. intr. Prescindir, hacer caso omiso. prnl.
3. prnl. Enajenarse de los objetos sensibles, no atender a ellos por entregarse a la consideración de lo que se tiene en el pensamiento.
Ahí está ella. Abstrayéndose. Haciendo caso omiso a todo lo que ocurre a su alrededor. Está en un estado de enajenación total y absoluto mientras él habla. Hace rato que ha perdido el hilo de la explicación. No importa, si tiene que examinarse en septiembre lo volverá a ver, por lo menos. Y ahí están otra vez, los ojos que todo lo saben, los ojos de sabio, los ojos que van a juego con los suyos.
Ahí está él. Dándose cuenta de que ella está otra vez distraída, pero se ha prometido no prstarla atención. Que veinte años no es nada, cantan en su cabeza, y se siente aún más viejo. Se le enlaza la letra de la canción con el racionalismo y Descartes y suelta alguna estupidez. Sólo las risas del gentío que estaba algo atento o que se carcajean por inercia consiguen que ella levante la mirada de su boceto a mano alzada sobre el verde radiactivo e insalubre de contrachapado. Ahí están otra vez, los ojos que irradian inteligencia, los ojos que llevan dieciséis años viendo, los ojos enormes que ocupan todo el espacio.
Y ahí están ellos. Escondiéndose de un porqué que alguien inventó. Teniendo las dudas que otros escribieron para ellos y repitiendo las palabras que alguna vez oyeron. ¿y dónde está el mal y el bien? ¿Y dónde se guardan las alianzas marchitas y la inocencia que ya solo se traga papá más que en tarros de violetas de caramelos? ¿Y quién dice qué es lo correcto? ¿Y quién tiene la culpa de que el tiempo estornudara dejando un vacío de algunos años desubicados?
¿Y quién le manda a ella? El gusto masoquista por amores imposibles era una cosa, pero ¿esta estupidez? ¿Y quién le manda a él? Si los pliegues de su frente sólo se pueden comparar con los de su falda.
¿Y la risa? Ay, la risa... de niña, o de mujer. De ella.