viernes, 12 de octubre de 2018

Wild side

She said, hey babe, take a walk on the wild side.


Hay algo que arde dentro de mí. A veces estamos en silencio, lavando los platos, mimando a los libros; y estalla, con la intensidad de una hoguera a la que acaban de echar más ascuas. Es una alegría espontánea, un deseo vibrante, una felicidad atópica. Siento, de repente, ganas de vivirlo todo, de devorarlo todo, de gritar, de reír, de llorar, de besar, de abrazar, de arañar. Y, en ese momento, la chica que a veces me devuelve la mirada en el espejo, me guiña un ojo y ladea una sonrisa. Debo confesar que jamás la había visto así, tan explosiva, tan alegre, tan loca, tan salvaje. Y, a la vez, nunca la había visto tan segura, tan ambiciosa, tan generosa, tan abierta. Se ha enfundado unas zapatillas preciosas, y quizás se haya obsesionado con el estampado de leopardo, pero si vieras cómo ve cuando mira...

A veces desaparece. A veces no está. A veces se esconde tras mis pestañas cargadas de sueño. Pero tengo la sensación de que es fácil traerla de vuelta si los ojos a los que se ha atrevido a mirar le devuelven la mirada. Hay abismos a los que asomarse no da miedo, y precipicios de los que dan ganas de saltar. Ninguna caída podría ser más dolorosa que las que lleva encima. Sucede lo mismo al patinar: una vez que pierdes el miedo a caer, a romperte entera, a rozarte las rodillas, disfrutas mucho más del camino, los besos, las tardes deambulando por Madrid, del cigarro de después de trabajar; de las caricias que me acunan, algunas veces, antes de dormir.

Ella está loca y lo sabe. Está loca y le divierte. Está loca y solo quiere alimentar esa locura, avivar el fuego que crepita en sus entrañas. Arder cada día y cada noche hasta consumirse, y avivarse cada mañana tras el tecer café. Solo quiere rodar, fluir, jugar a balancearse en esta cuerda de equilibrio que solo tiembla si ella tiembla, que se mantiene firme si ella quiere mantenerse firme, y que, por primera vez en mucho tiempo, responde únicamente a sus latidos, obedece solo a sus impulsos.

Hola, desconocida del espejo. Hola, Berta, creo que aún no nos han presentado, pero no ha hecho falta.






Encantada de conocerte.

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