lunes, 31 de enero de 2011

Paris, je t'aime.

Je commence a écrire en français. Pourquoi? Besoin de liberté, je pense. Le français, langue de Révolutionaires, de bohèmes et d´amour.

La realité c´est plutôt compliquée. Dehors la fenêtre, le ciel gris opprime tous mes désires avec l´aide d´un calendrier qui me rappelle qu´aujourd´hui c´est 31 Janvier. Ça fait un mois du début, plus proche de la fin. Je souhaite m´échapper et il me manque le vent pour me pousser. Où est-ce que j´ai mis mes ailes? Elles sont déjà parties, sans moi.

Depuis quelques jours je pense souvent a Paris. À son ciel et à ses endroits. Si j´étais une pentre bohème je ferais un dessin de nous deux, au pieds de Notre-Dame, pendant qu´on se regarde tout droit dans les yeux. J´imagine, nous, au dernier étage de la Tour Eiffel, en regardant le quartier de Montmartre, pendant qu´on décide, entre belles sourires, où est-ce qu´on va se placer. Les deux écrivains, notre avenir: deux cafés au boulevard San Martin et une photo que quelqu´un nous fera près du Sacre-Coeur.
J´ai pensé souvant à Paris et à ton visage d´acteur. À ma realité fausse et à ton monologue brisé. A mes doigts d´ecrivain sans talent et à ton pose essayée . À mes mains chaudes et à ton regard froid.



J´ai pensé... à laisser de le faire. Alors, tourne la page.

viernes, 28 de enero de 2011

Materialismo romántico.

Podríais tacharme de materialista con atisbos diogénicos y especial propensión a objetos sin valor alguno o más bien escaso.
Tal vez mis mayores tesoros materiales sean unos pendientes verdes de cristal de Murano que alguien me regaló una vez, una púa multicolor en la que otro alguien me escribió que el mundo es mío, mi diversa colección de colgantes y el anillo de mi abuela. Mis agendas de instituto, entre otros múltiples pequeños tesoros inútiles, llenas de ilusiones adolescentes, de momentos irrepetibles, de amores frustrados y de equivocaciones baladíes.
Por lo tanto, entre mis numerosas y exacerbadas definiciones y adjetivos contrapuestos también deberíamos decir que soy coleccionista inconformista de instantes y fotógrafa ofuscada. Mi cámara la guardan mis pestañas y el negativo se refleja en mis pupilas. Con mis ojos de búho desubicado intento grabar en la retina cada atardecer ardiente y cada mañana helada. Cada sonrisa que alguien me regala, cada mirada de afecto, cada abrazo reconfortante y cada ilusión estúpida. También cada abrazo roto, cada sonrisa partida y cada desilusión impertérrita.
Porque para mi tienen valor cosas que a otros les parecen insignificantes. ¿Alguna vez te has parado a recoger un billete de metro que te has encontrado en la calle?


A veces me gustaría poder guardar un copo de nieve en un frasquito de cristal.
¿Para qué? Eso es lo de menos.

domingo, 23 de enero de 2011

.

Me arrepentiré mucho tiempo de no haberlo hecho cuando debía y hacerlo más tarde, a oscuras.

Después de todo no era tan fácil como pensaba.

Aunque... al menos se habrá limpiado el rimmel que ayer no me quité antes de ir a dormir.



Venga pincel, tenemos trabajo:)

sábado, 22 de enero de 2011

Palomitas agridulces.

¿Sabes? Quería escribir algo. No sé exactamente el qué y esto será lo que salga.

Fue raro. Desde el principio. ¿Te acuerdas de cómo nos conocimos? Seguramente, ya que no fue hace tanto tiempo. Sería septiembre, tal vez octubre.
Indirectas y demás chorradas bonitas, luego nos vimos. Un treinta y uno de diciembre.
Admito, que fue la mejor nochevieja que he pasado y la única en la que se me olvidó pedir algo después de las uvas. Empecé a correr cuando nos dijimos adiós, fue uno de esos momentos solemnes, que tanto nos gustan a Esther y a mi, en los que la mente está lejos y el viento que te da de lleno en la cara, sirve para que circule más rápido la sangre en tus venas.
Castillos en el aire, que se acaban desvaneciendo. Disney macabro. Escritores fracasados. Guiños a Tim Burton y brujas buenas. Siglo XIX. Escaleras que se van, robadas. Niebla que se ciñe sobre besos de Spiderman. Naves espaciales. Puertas en el aire y la Novia Cadáver.
Porque no todo es tan fácil como se pinta, y a veces no es suficiente con dejarse llevar. No como cuando juegas a hacer que bailas a los pies de un castillo.

Me ha hecho falta que alguien me tirara un ladrillo a la cabeza para que me diera cuenta de que la felicidad existe. Llorar por algo que me ha hecho feliz será lo último que haga. Se ha corrido el tupido velo que no me dejaba ver que estábamos equivocadas. Nos va bien en el instituto, nuestras familias no son excesivamente malas y nos tenemos a nosotras. Tenemos motivos más que de sobra para ser felices. Alguien nos demostrará que el amor no se lo ha inventado Disney.

Hacia tiempo que ir cantando por la calle, de vuelta casa, con un frío que traspasa los huesos no me sentaba tan bien.

Tú solo prométeme que no te olvidarás de nada. Aún me debes una tarde de cine:)



Porque alguien le ha dicho a la bruja buena que sonríe como una princesa, ahora no va a dejar de sonreír. Nunca.

martes, 18 de enero de 2011

La Bailarina sin zapatos.

Entre las claras calles de Cracovia se desliza la Bailarina sin zapatos. Ágil, da pequeños saltitos mientras anda, lo que hace que su pelo rubio dance. Empieza a llover, le gusta la lluvia, pero no cuando lleva un libro en la mano. Ha estado toda la tarde leyendo en una de las terrazas que se arremolinan en la Plaza Mayor; absorta, en la historia que la acompaña ahora. Es un cuento para niños, o eso pone, aunque a ella le parece muy serio y altamente autobiográfico. La mala del cuento nunca acaba bien y a ella siempre le tocaba ser la bruja malvada a la que todos odiaban cuando jugaba con las otras niñas de la guardería. Se acerca una tormenta. 'Genial', piensa con sarcasmo. Mientras va hacia Ninguna Parte y anda entre las calles contiguas a la plaza, otra cucharada de nostalgia se añade a su té amargo. Se queda mirando a unas escandalosas niñas que ríen y parlotean... le recuerdan tanto a ella y sus amigas... ¿Qué será de ellas? Algunas casadas, la mayoría con trabajo estable y su vida encarrilada, ¿y ella qué? Acaba de empezar en un sitio nuevo. El jefe es un amargado sin pelo y sus compañeras unas cotillas aburridas de sus estúpidas vidas. Menudo panorama... Le devuelve a la realidad un hombre que casi la arrolla al ir distraido hablando alto y rápidamente por el teléfono móvil, lo que le recuerda que ella también tiene uno. Lo saca del bolso y ve un mensaje nuevo de su hermana. Cena familiar esta noche. Pasa. Estarán todos y es demasiado para un solo día enfrentarse consigo misma y con su familia. Sus dedos, con las uñas que aún no ha conseguido dejar de morderse, se deslizan rápidamente sobre la pantalla del aparato. Tiene otros planes... miente. No tiene nada pensado para ningún día de su vida.

Los pies descalzos de la Bailarina sin zapatos le llevan a un recóndito bar con una llamativa fachada roja, en una estrecha callejuela. No ha estado antes, pero no le parece un mal lugar, su aspecto se antoja un tanto bohemio. Empuja suavemente el tirador metálico de la puerta de cristal, y se sienta en un taburete descolorido de la barra. Fuera ha empezado a diluviar, y con un gesto de desdén, se enrolla el pelo a un lado para escurrir el agua de lluvia. Mira su libro... ya de por sí maltratado por el tiempo, ahora casi descolorido. Algunas letras de la portada se han marchado. Lo deja en la barra. Pide un té de pomelo y resopla.

En la mesa mejor situada del local, está el Músico sin Musa. Es la tercera vez esta semana que le rechazan una actuación. Resopla justo a la vez que la Bailarina sin zapatos y rompe una partitura. La que creía su musa se ha ido con un aburrido hombre trajeado, que le ofrece la seguridad de poder pagar el alquiler a fin de mes. Ha cambiado el dinero por sus acordes. Él no tiene nada, solo una guitarra y un montón de papeles. Se lleva la mano a la cara en gesto de disgusto, pero cuando levanta la mirada se fija en la joven que está sentada en el taburete granate de la barra. Mueve los pies al compás de la música distorsionada que suena en el bar. Él sonríe. Decide acercarse a la barra para verla mejor.

Al lado de la taza, descansa el torturado libro. 'Vaya, señorita. Yo también tengo este libro y juraría que las letras eran doradas y el libro verde pistacho'. Ella se dispone a zanjar su intromisión con algo cortante, como hace siempre. Mejor dicho, como hacía siempre. Antes de ver las esmeraldas que el Músico sin Musa tiene para mirar sus ojos azules. No le salen las palabras. Se siente estúpida. Nunca un chico le había dejado sin aliento. Señala la tormenta de fuera y él la sonríe.
La invita a sentarse con él en la mesa de las magníficas vistas, aunque en su opinión, lo único que merece la pena ver está sentada en esa mesa.

Al cabo de un rato, salen del bar. Van riéndose y tambaleándose mientras andan.

El músico ya tiene musa, y la bailarina ha encontrado unos zapatos mejores que los que perdió. Van al baile de los Desencaminados. Él toca, ella baila. Es lo curioso de las tardes de lluvia. A algunos les parecen aburridas, pero a veces sirven para que almas desubicadas se encuentren entre la multitud.

Cogidos de la mano es más fácil ir contra corriente...



Dedicada a Paulina K.

sábado, 15 de enero de 2011

Ojos de gato.

Despunta el sol en la ciudad. Es un día como otro cualquiera. Con ojos azules contempla el panorama que se extiende bajo sus negras patas acolchadas, aún se está planteando a dónde irá primero. Piensa que lo mejor será ir a picar algo de lo que esa anciana deja todos los días en la esquina de la casa destartalada en la calle oscura y húmeda. Le gusta esa calle. La suele frecuentar a menudo. Hay muchos más como él por allí.
Esta mañana se siente bien. No ha sido una mala noche, no ha helado y las noches de los miércoles suelen ser bastante tranquilas en una ciudad como esta. No sabe que hoy es jueves, ni el nombre de la ciudad que domina. ¿Acaso importa?
Se estira cuan largo es y agita suavemente la cola. Hoy será un buen día.
Algunos rayos van lamiendo timidamente el imponente Acueducto. Es su lugar favorito. Lo ha visto en tantas épocas...Le gusta andar por el postigo cuando no hay gente. Los humanos suelen ser un incordio, excepto cuando le dan de comer. Eso le gusta.
Más tarde, cuando la ciudad está completamente despierta, le parece una buena opción merodear por las frías calles del antiguo barrio noble. Vaya... un montón de humanos pequeños están reunidos entorno a un humano mayor, que los habla haciendo aspavientos. Qué raros son... Decide esperar a que se marchen debajo de un coche, claro que él no sabe que ese artilugio se llama así, y poco le importa. Solo le preocupa que no se le lleve por delante como a viejos camaradas suyos.
Finalmente los molestos forasteros se marchan calle abajo, y él los observa desde debajo del coche. Y la ve a ella. Sabe que es ella. No la podría olvidar ni aunque viviera mil años. Esta es su quinta vida y es la décima vez que la encuentra. Ella también le ve. ¿Por qué siempre gritará lo mismo cuando se ven por primera vez? '¡Mira! ¡Un gatito! ¿Lo has visto?, era precioso. Le escribiré algo...'
Sabe lo que ha de hacer ahora, es la elegida. El plan de llenar estómago queda ligeramente pospuesto.


Algo más gordo tiene entre zarpas.

domingo, 9 de enero de 2011

Baile de máscaras.

Ella no baila. Está sentada en un rincón, mira como la gente se divierte y solo ve imágenes desenfocadas. No percibe el ruido, ni las voces, ni las risas. Solo nota como una lágrima le resbala por la mejilla. Está sola, siempre lo ha estado. No sabe por qué finalmente se ha decidido en ir al baile esta noche. Piensa que hubiera sido mejor quedarse en casa... aunque sabe que no es así. Está harta de oír gritos, golpes y portazos, es mejor haber venido, aunque solo sea para hacer tiempo hasta que su padre se duerma, y con un poco de suerte no la oiga llegar. No sabe que él la mira. Él la conoce. No han hablado jamás, pero se conocen. Sabe que es ella por ese collar tan hermoso que lleva en el cuello. Lo lleva desde la primera vez que la vio. Es un colgante dorado con una golondrina. Ella sueña a menudo que es un pájaro y que se escapa volando por la sucia ventana destartalada de su habitación. Eso él no lo sabe, pero le gustaría saberlo, y estaría dispuesto a salir volando con ella si pudiera. Él está decidido, es el tercer año que la mira en el baile, desde lejos, y ha imaginado montones de veces lo que debe hacer ahora. Ahora debe acercarse, e invitarla a bailar. Pero no lo hace. Ella se cansa y decide salir al balcón. Él la sigue y la observa desde el interior, escondiéndose detrás de las cortinas de terciopelo verde que adornan el precioso salón. Él sabía que esto iba a pasar. Sabía que no se atrevería a decirle nada, aunque se había convencido de lo contrario. Pero es astuto y no está dispuesto a dejar pasar la ocasión, lleva demasiado tiempo esperándola. Ella sigue en su mundo, apollada en la barandilla, con la cabeza entre las manos y la mirada perdida. Él se acerca y le deja una nota, justo al lado de la máscara dorada y blanca, con forma de gato que ella se acaba de quitar. Una figura, ataviada con un disfraz, que alguna vez fue negro y una máscara con pliegues en la frente, los cuales están decorados con letras, abandona el baile. Nadie se percata. Un soplo de aire hace tintinear los cascabeles que cuelgan de la máscara de ella. Se gira y encuentra una nota junto al felino sin ojos. Sorprendida, desdobla el arrugado papel, y una hermosa caligrafía reza: 'A medianoche en el puente que hay junto a tu casa, tengo algo que decirte...' El primer pensamiento que le cruza la mente, es que se trata de un loco chiflado, sigue leyendo y lo confirma: 'Puedes pensar que estoy loco, no por ello dejes de venir, por favor' Ella siente curiosidad. Quién será, y qué será eso que tiene que decirle. Él sabe que irá, no sabe por qué, pero lo sabe. Ella también sabe que irá, tampoco sabe por qué pero lo hará. Así pues, mira el reloj, se ata la máscara y vuelve al bullicio del baile, ahora sí lo oye, pero es tan confuso que lo ignora, siempre se la ha dado bien evadirse. Y con su suave vestido morado, con ribetes dorados, se mezcla entre la multitud, y finalmente sale del palazzo. La dulce brisa hace tintinear una vez más los cascabeles, y envuelta en la oscuridad de la noche, se desliza entre las calles, mientras contempla la luna que se refleja en el canal. Ahora solo oye sus pasos, acelera el ritmo sin darse cuenta, y cuando vuelve a la realidad, su pie derecho ya está en el puente. Y allí está él, mirando el agua. Ella se acerca lentamente. Él se quita la máscara. Ella no se mueve, se ha olvidado de respirar. Él no puede dejar de mirar los enormes ojos oscuros que le devuelven la mirada desde detrás de la máscara. Alarga el brazo, pasa su mano por detrás de la cabeza de ella, tira suavemente de la cinta que sujeta la máscara y deshace la lazada. Los cascabeles tiemblan, y la ve a ella, tan preciosa como nunca quisieron que se sintiera. Y lo entienden todo. Y no les importa nada. Y en ese mismo momento, Venecia tal vez arda en algún lugar, quizás algunos duerman, o puede que no... da lo mismo. Su baile de máscaras empieza ahora, ellas son las protagonistas, pues son las únicas espectadoras del momento, les miran con sus cuencas vacías mientras bailan, sin música, el latido de sus corazones guía el pulso. Ahora, por fin, están juntos.


La vereda de la puerta de atrás.

Hay días en los que ni yo misma me aguanto. Es ver un espejo y apartar la mirada.
Hay días en los que el mundo va demasiado deprisa, y me cansa seguir el ritmo, hay días en los que todo me sienta mal. Hay días en los que todas las sonrisas son falsas, días en los que los odio a todos, y en realidad, todos me son indiferentes. Hay días en los que lloro, y me da miedo decirlo, porque no sé cuál es la razón. A veces creo que en esos días simplemente debería coserme la boca, y salir por la vereda de la puerta de atrás, sin decir adiós, sin dar un portazo. Espérame conejito, te sigo lejos, donde no haya espejos, no quiero ver mi estúpido rostro hipócrita, de quien finje ser quien no es, de quien en realidad no es nadie, y de quien no sabe si eso realmente le preocupa.

De quien solo quiere salir, por la vereda de la puerta de atrás, y volver dentro de un rato.

jueves, 6 de enero de 2011

Retazos de mi alma.

Nunca sabré si nací en buena luna.
Soy torpe y me tambaleo mientras ando. Mi color favorito es el negro, aunque me encanta el morado. Me gustan los gatos y las cosas bonitas. Me dan miedo las muñecas de porcelana y perder la cabeza cuando sea vieja. Escribí mi primera historia con cinco años y siempre me he sentido estúpida. Mi número favorito es el uno, aunque en realidad no me gusta ninguno, siempre se me han dado mal. Me encanta el sonido de la lluvia al caer y el olor a tierra mojada; también me gusta el olor de los rotuladores permanentes y escribir con pluma. No tengo canción favorita y tampoco libro preferido. No creo en política, sí en algo de religión. No sé bailar ni jugar a las cartas. Me gusta que el viento me despeine y las palomitas de colores. No me gusta lavarme los dientes justo después de comer ni que cuestionen mis decisiones. Aún duermo con peluches. No me gusta discutir con mi padre ni ir de tiendas, porque nunca encuentro nada que me siente bien. Odio que me miren los dientes y que me dejen sin argumentos. No soporto los olores fuertes, ni que me huelan las manos después de tocar algo. Odio cuando la gente me subestima. Me gustan las películas de Disney y los libros gordos. Creo que Poe es un genio y Burton también. Me gusta evadirme y las rimas de Bécquer. Me gusta ver películas sola y odio cuando la gente habla en el cine. Me gusta ir al parque a leer y amo los atardeceres, sobre todo cuando el cielo arde. Me gusta el parque del Cementerio y las vistas del banco de arriba. Me gusta el mar y que se me llene el bañador de tierra, también me gusta salpicar en la piscina y reírme de mi misma. Me encanta el invierno y jugar con la nieve. Me gusta buscar palabras a lo tonto en el diccionario y perder el tiempo. No me gusta apagar el móvil, aunque me despierte por la noche. Odio que me bajen la persiana cuando aún es de día y las tardes de domingo. Mi personaje favorito de Alicia es el Sombrerero Loco. Me gusta acostarme tarde y me pongo nerviosa cuando no puedo dormirme. Me gusta estudiar teoría y siempre he preferido la literatura a la lengua, aunque me gusta la sintaxis. Mi dios griego favorito es Apolo y me encanta Narciso. De mayor quiero ser la profesora chiflada que nunca se acuerda de nada y quiero escribir algo bueno. Me gustaría tocar la guitarra, aunque siempre juego a escuchar el bajo. Me gustan los golpes de batería y separar los instrumentos. Si no apunto las cosas, se me olvidan y cada vez que algo me ronda la mente necesito escribirlo.

Por eso, aunque sean casi las tres de la mañana, necesito dejar libres algunos retazos de mi alma...

martes, 4 de enero de 2011

Una extraña comunión entre la Luna y el Sol.

De una forma completamente absurda, a través de una cosa tan estúpida como es una red social apareces.
Llegas y lo cambias todo. Primero hablamos, luego me ayudas, después me rindo.
Eres el príncipe que no esperaba, el que viene a decirme que tal vez la felicidad sí exista.
Un día, de repente, me traes un libro en una mano y la llave de mi castillo en el aire en la otra. Paseamos por el cementerio y no me siento de otro mundo, como habitualmente. Lo que cuentas suena nuevo, y en realidad me parece algo tan normal que me lo estés diciendo, como si fuera una vieja costumbre. Y bebemos té y café como en los cuentos; y después de decirme lo que nunca hubiera imaginado oir y en realidad lo deseaba más que nada, me besas.
Me cuentas historias que suenan preciosas, y me haces poner cara de idiota.

Y me gustan tus manos frías, y la cara que pones cuando estás a punto de besarme. Me gusta cuando me coges de la mano y el color de tus ojos. Me gustas mientras hablas por teléfono con esa cara seria. Me gusta tu voz, y me gusta cuando ríes.

Si alguien me hubiera dicho algo de esto hace una semana le hubiera tachado de loco chiflado. Nunca entendí las cosas extrañas que hacen los enamorados en las películas, ni me imaginé oliendo un libro. No pensé que algún día no querría irme a la cama, porque ya no me interesan los sueños, vivo en algo mucho mejor.

La realidad nunca fue tan dulce.